lunes, 29 de junio de 2015

Los pequeños trucos para el día a día

En la entrada anterior hablaba de que la mejor manera de sobrellevar el día a día de una oposición es aliarse con uno mismo, y aunque suene obvio no es un ejercicio sencillo de conseguir.
Todos hemos pasado esos días en los que no hay manera de levantar el ánimo, en los que te quedas mirando el código o las hojas de un tema sin ser capaz de pasar de párrafo, en los que lo único que quieres es que llegue el final del día para poder volverte a meter en la cama.
Yo pasé muchos de esos días interminables, en los que no me cundía el estudio, y como no me cundía el estudio, me iba hundiendo más y como me iba sintiendo más triste, estudiaba peor, y como estudiaba peor el plan de esa semana se iba a freír espárragos...y la famosa pescadilla que se muerde la cola.
Está claro que el estudio necesita ir de la mano de un buen estado de ánimo, huir de la montaña rusa que te hace estar en tu máximo esplendor en un momento y en el siguiente, puede que 20 minutos después, en el punto más bajo, por algo tan absurdo como el comentario de alguien, una idea que se te pasa por la cabeza, haber cantado mal un tema, haberte metido en facebook y ver que el resto de tu gente tiene vida.Ay, cuanto daño nos ha hecho facebook a los opositores...
Una de las ideas que más me atormentaban al principio era la de pensar que esto era algo voluntario, que estaba presa en una celda con la llave metida en el bolsillo. Recuerdo que los días malos me repetía una y otra vez que estaba renunciando conscientemente a mi vida, que yo era mi propio verdugo.
Con el tiempo aprendí a tratarme. Y vuelvo a la idea de las dos personas dentro de tu cabeza, y es que en mi caso era así, sabía que tenía que luchar contra la parte que había decidido rendirse y que no quería hacerlo sin  llevarse a la otra por delante con pensamientos como: tienes 25 años y vives sentada en una silla, antes te apuntabas a un bombardeo y ahora no haces nada, hay un ritmo ahí fuera y tu has decidido morirte quieta...
Con ideas como esta asomándose de vez en cuando en mi cabeza, tomé la decisión de hacer piña conmigo misma, de intentar tener a las dos partes "contentas", de tal manera que los días malos, toda yo me concentraba en levantarme, sin que hubiera conflicto ni batalla interna que luchar.
Para llegar a este punto me di cuenta de que dentro de esos días monótonos, y casi idénticos unos de otros tenía que darme la batuta para creerme todavía dueña de mi vida.
Ello se tradujo en cosas tan absurdas y sencillas, pero a la par tan cruciales para mí como ponerme de vez en cuando una canción, bajar las persianas y saltar como una loca 3 minutos.
Ahí van los pequeños trucos de mi día a día:

1. Levantarse por lo menos media hora antes de tener que sentarse en la mesa de estudio. Que al abrir el ojo sepamos que tenemos un rato para nosotros, para arreglarse en condiciones si se va a la biblioteca o para ver una serie o leer el periódico mientras desayunamos. ¡Que gran placer desayunar leyendo el periódico, viendo una serie o un vídeo en YouTube!

2. Arreglarse, ponerse cómodo, pues al fin y al cabo vamos a estar sentados muchas horas, pero sin dejar de ponernos unos pendientes chulos, una camisa que nos guste,  un poco de rímel, peinarnos,  pintarse las uñas. Que cuando vayamos al baño, el reflejo del espejo no se ría en nuestras narices.

3. Si estudiamos fuera de casa ir siempre de camino a la biblioteca o a donde estudiemos con la música puesta. ¿Os habéis dado cuenta de lo importante que es la banda sonora de una película? En nuestro caso igual. A mí el ir con música me convierte en protagonista. ¡Y me encanta ser protagonista de mi vida!

4. Tener sobre la mesa de estudio cosas con color. Siempre he sido una loca de las papelerías, de las libretas, los bolis y la oposición me convirtió en una yonki de los materiales de oficina, un vicio sano y barato. Os recomiendo un paseo de vez en cuando por Tiger, para apuntarte los temas de cada semana en una libreta graciosa, tener bolis con purpurina, de colores, gomas con caras. Puede que sea infantil, pero oye, es la mesa que vas a estar viendo 9 horas al día,por lo menos que tenga gracia.

5. Pedir café para llevar en los descansos. Si estás con otros compañeros y no hace un frío que pela, pedir el café en vaso de papel y hacer el descanso fuera y si estás solo, con café en mano dar aunque sea la vuelta a la manzana. Imagino que influida por todas las películas de Hollywood llevar el café en la mano me da sensación de ir camino a algún sitio, con prisa, quizá a punto de cruzarte con "alguien" A mí lo de ser peliculera me ha sacado de muchos bajones.

6. Levantarse pronto el día de descanso y aprovechar cada minuto. No hacer nada que no nos apetezca.
 Cuantas veces hemos tomado un café con alguien que nos aburre o nos absorbe la energía, hemos ido al cine a ver una película malísima pero que a nuestro novio/a, amigo/a le apetece, hemos ido a comer a ese sitio que no está mal pero que tampoco nos encanta. Eso está bien cuando tienes el lujo de salir de trabajar a una hora prudente y dispones de todos los fines de semana y fiestas del año. 
Este no es el caso, por lo que hay que ser un poco "egoístas".
 La energía que hayamos cogido el día libre y las ganas de que llegue el siguiente va a ser el motor de esa semana.

7. Hablar con alguien que esté en nuestra misma situación riéndonos de nosotros mismos, no compadeciéndonos ni recordando lo desgraciados que nos sentimos, sino compartiendo las situaciones surrealistas que la oposición nos puede traer:
- Llevaba cinco días sin salir a la calle ni peinarme y ha llamado el cartero, por supuesto no he abierto con las pintas que llevaba y he tenido que contener la respiración para que no me oyera.
- Ayer me entró ataque de ansiedad y me comí dos paquetes de donetes. ¡DOS!
- Le he dicho que a mi novio que el sábado me toca estudiar y va y me dice que vale, que no pasa nada. ¿Crees que no quiere verme? ¿Ya no me quiere? ¿Estará con otra? 

8. Ir al gimnasio para mover el esqueleto y quitar todo cargo de conciencia por permitirte de vez en cuando (a diario si fuera necesario) bajar a los chinos de la esquina y regalarte tu dosis de felicidad.

Cada uno tendrá sus trucos, sus pequeños placeres, estos son los míos. Hagas lo que hagas huye de estar quieto, de no hacer nada. El día da para muchos pequeños regalos que te puedas hacer. 
¡Estar opositando no significa estar amargado!
Regálate algún que otro momento porque hoy¡ ES TU DIA! 


miércoles, 24 de junio de 2015

Esa sensación de..¿hacia dónde voy ahora?

No quería hablar de suspender la oposición, o por lo menos no tan pronto, pero ayer suspendió el examen una muy buena amiga mía y por eso me gustaría decirle a ella en especial y al resto de los que hayáis pasado por esto que NO ES EL FIN DEL MUNDO.
Sé que ahora no me creeréis y que las únicas ideas que os ronda la cabeza son : -¿Y ahora qué hago?      - Después de todo el esfuerzo...  - pero si yo solo sé estudiar...
Todas estas ideas aniquiladoras fueron las que me vinieron a despertar a la mañana siguiente del examen, no dejando ni que me diera cuenta de que era la primera en mucho tiempo que me despertaba sin tener que recluirme nuevamente en el cuarto de estudio.
Una frase que he escuchado muchas veces desde que me plantee opositar es la de que EN OCASIONES APROBAR ES CUESTIÓN DE SUERTE y es así, lo más injusto es que la suerte juega un papel fundamental en la oposición: el número de sorteo que te toca, tu estado de salud los días antes del examen, los temas que sacas...
Si habéis visto la película de Woody Allen, Match point, sabréis de lo que hablo, que la pelota toque la red y caiga en el propio campo o en el del oponente es pura cuestión de suerte, golpeada con la raqueta, el destino de la pelota ya no depende de nosotros.
A la mañana siguiente del examen, me desperté muy pronto, me duché, me arreglé y me quedé sentada sobre la cama de la habitación de hotel sin saber qué hacer. Recuerdo  que me quedé mirando las sábanas totalmente blancas y arrugadas, y empecé a cantarme nuevamente los temas que me habían tocado el día anterior. Hice un esfuerzo por parar, sabía que en cualquier momento entraría en escena mi querida amiga depresión y me diría cosas como: tienes tantos años y no has trabajado en tu vida, ayer lo hiciste fatal, tantos años tirados por la borda para nada, yo me metería en la cama y no volvería a salir.
En mi caso decidí hacer ruido, y lo tuve que hacer durante muchos meses para evitar que mis pensamientos se convirtieran en mi peor enemigo. Cuando hablo de ruido me refiero a movimiento, estar ocupada, obligarme a hacer cosas que aunque me moría de ganas de hacer tenía la sensación de que no me merecía. ¿No me las merecía? Después de años de encierro, de renunciar a todo, de no saber lo que es un fin de semana, todavía tenía la desfachatez de decirme a mí misma que no me merecía tener un día a día normal por no haber aprobado.
Sí señores, tenemos la gran virtud de convertirnos a veces en nuestro peor enemigo y ante eso, lo mejor que podemos hacer es todo lo contrario, hay que aliarse con uno mismo, saber que siempre estaremos ahí, eso es lo bueno y lo malo, uno no puede huir de sí mismo, por ello es fundamental hacer piña.
Igual alguno al leer esto piensa que se me ha ido la cabeza al hablar de uno mismo como si fueran dos, pero durante la oposición se pasan tantas horas solo que empiezas a conocer cómo funcionas, sabes que el día va a ser bueno o malo con solo abrir el ojo, empiezas a aprender cómo tratarte, cuando tienes que ignorarte, cuando parar dos minutos para echar dos lágrimas y seguir estudiando. La oposición te da un conocimiento de ti mismo increíble, y eso es lo que hay que aprovechar para pasar el bache, hacer piña y tratarse bien.
A todos aquellos que hayáis suspendido, independientemente de que hayáis decidido dejar la oposición o intentarlo nuevamente es importante que de vez en cuando alguien os diga:
- Has hecho un esfuerzo increíble por llegar hasta aquí. ¡Enhorabuena!
- Sacarse la oposición es una opción, pero resulta que hay muchas más, nunca sabemos cual es la que nos va a hacer más felices.
- A veces las cosas malas que nos pasan son la antesala de lo bueno que está por llegar.
- Igual tenías que suspender para aprobar en la siguiente y enamorarte de un compañero de tu promoción o para conseguir una mejor plaza.
- Puede que tuvieras que suspender para darte cuenta de que tu destino era otro.
- La rabia que sientes hoy terminará pasando y todo esto se convertirá en una experiencia más, en una anécdota de todo lo que te queda por vivir.
Y finalmente, una frase que me encanta, y que aunque es muy obvia es necesaria repetírsela de vez en cuando: NO HAY QUE AGOBIARSE TANTO EN LA VIDA, NADIE SALE VIVO DE ELLA.
No hay fracasos definitivos, solo obstáculos que hay que ir saltando. ¡A SALTAR TODOS!

miércoles, 17 de junio de 2015

Mi primer verano de oposición


Ahora que ya huele a crema solar, que las camisetas, las sandalias y la sensación del sol sobre la piel nos avisa de que ya ha llegado, no puedo dejar de acordarme de ese primer verano.

Recuerdo la bofetada que recibí cuando la preparadora pronunció esa frase que contenía sonoridades tan increíbles como VA-CA-CIO-NES e información tan terrible a la vez.

- Chicos, tenéis una semana de vacaciones. No os doy más porque luego cuesta volver a coger el ritmo.

Y llegó la bofetada!  Todos los veranos de mi vida habían sido eternos, con tiempo hasta para aburrirse, hacerse mayor, saltar, viajar, nadar. Entre Junio y septiembre pasaba la vida por en medio.

- Me he ido de viaje, luego he ido a las fiestas del pueblo, volví, conocí a un chico, volví al pueblo, vino mi amiga de Oviedo unos días a casa, me fui un mes a Inglaterra a aprender inglés, tengo un vecino nuevo muy majo, me he quemado, me he pelado, me he vuelto a quemar, aguanto mucho más debajo del agua, me ha crecido el pelo, qué claro lo tengo, he engordado, tú has adelgazado... Esa era la retahíla de información inagotable con la que volvías el primer día de clase, como si hubiera que resumir una vida entera sin darle demasiada importancia, pero sin dejarte ni un solo detalle, ni una escapada, ni un salto.

Y después de toda una vida concentrada en los veranos llegó la semana, no fuera a ser que perdiéramos el ritmo. Y ahora que lo pienso, creo que era al revés, no fuera a ser que volviéramos a coger el ritmo de la vida, de los acontecimientos que te despeinan y te hacen sentir vivo.

En definitiva es lo que nos dieron, una semana, que mirado desde otra perspectiva, suponía todos los días libres de casi dos meses de estudio. Si teníamos un día libre a la semana, siete días de vacaciones eran una recompensa más que destacable.

En plena vorágine de la oposición se aprende a contarse a uno mismo las cosas para que el ánimo no decaiga: ¿Una semana de vacaciones? ¿Siete mañanas sin ponerse el despertador? ¿No cinco ni seis, sinó siete? ¡¡TOMA YA!!!

Y mi semana fue agotadora. Concentré todo lo que me había faltado en esos primeros diez meses de estudio, y me convertí en una consumidora de tiempo, sí, consumidora de tiempo, porque eso era lo que tenía que recuperar. Me ponía el despertador más pronto que cualquier otro día, porque cómo tomarme el lujo de quedarme dormida y perderme una mañana entera. Así que me levantaba prontísimo para arreglarme corriendo y huír del odiado pijama y el moño de la cabeza, desayunaba leyendo el periódico porque eso es lo que hace la gente con tiempo, me iba a primera hora a la playa, me bañaba, tomaba el sol y volvía a casa, quedaba con mis amigas, hacía sobremesa con mi familia, sí, hablar después de terminar de comer...impensable,¿verdad? Por las noches me tragaba cualquier cosa de la tele solo porque después no podría hacerlo, y en los ratos muertos me dio por hacer pulseras de hilo como una posesa. No había vuelto a hacerlas desde los doce años, pero lo que más me fascinó de esa tarea de elegir colores, hacer nudos y formas, era invertir media hora y obtener una pulsera.

Seguro que una de las cosas que más echáis de menos es lo de obtener resultados, después de diez horas de estudio te quedas con que te faltan unos artículos que no te sabes del todo, con que por favor no te pidan este tema o el otro, así que podréis entender mi fascinación por el hecho de que a veces las cosas tienen resultados.

Tras una semana madrugando, trabajando como una enana haciendo pulseras, viendo porquería en la tele, yendo y viniendo de un sitio al otro, pude quedarme tranquila sabiendo que esa semana me había cundido como tenía que cundirme.

Eso sí, volví más cansada que nunca, pero despeinada, muy despeinada.

lunes, 15 de junio de 2015

No voy a seguir un orden lógico.

Llevo varios días pensando en cómo ir contando mi historia, mi experiencia en la celda de la oposición y mi despertar en el mundo real.
Como bien dicen muchos, lo lógico sería empezar por el principio, pero han sido tantos años cumpliendo planes de horarios, vueltas al temario, de contar los descansos para comer, para hacer pis e incluso para echar una lagrimilla, que ahora lo que me apetece es no seguir el orden lógico.
Lo que me pide el cuerpo es desordenar las ideas y permitirme el lujo de hacerlo.
Si estás leyendo esto, y estás en plena oposición entenderás el lujo que me concedo al no seguir un orden, un plan...eso que muchos llaman improvisación y que a estas alturas de tu oposición, como a mí me pasó en su momento, suena a muy lejano.
¿Improvisar? ¿dejarse llevar? What?
Así que por todo el orden que he seguido en los últimos años, contaré esto que quiero contar como me venga en gana.
Creo que una de las razones que me invita al desorden, es que me siento incapaz de volver a sumergirme en esos largos años, así que una opción es ir mezclando capítulos; mi primer cante con el preparador y la primera mañana después de haber decidido dejar de opositar, la compra del traje de chaqueta para el examen y la prueba de mi vestido de boda, la noticia de que correos me había perdido el temario de oposición y encontrar un día la oficina para montar mi despacho. Una de cal y otra de arena.
Recuerdo que durante los años de oposición busqué blogs, páginas web, comentarios de otros compañeros que hubieran aprobado, que hubieran encontrado trabajo después de suspender, alguien al otro lado de mi mesa de estudio.
Por ello, porque puede que a alguien le venga bien leerme, y sobre todo porque  a mí me va a venir muy bien reconciliarme con los últimos años de mi vida, me lanzo a esta aventura de verter lágrimas, risas, momentos surrealistas y muchas, muchas horas de estudio que hoy me han convertido en la persona que soy.
Aunque hoy no lo creas, nada cae en saco roto, y todo nos hace más fuertes.

Por qué decidí opositar a notarías

Este el el primer post que voy a publicar, y para escribirlo tengo que remontarme a 7 años atrás. Puede no parecer mucho, puede que a algunos no les cueste volver a decisiones de entonces, a mí sí.
Me cuesta por varias razones;la primera por la barrera psicológica que he levantado en torno al mundo de la oposición, a esa etapa de mi vida;la segunda por lo diferente que me veo hoy a la chica que era entonces. 
El motivo que me llevó a decidir opositar a notarías fue una señal, una maldita señal. Sí, señores, soy de esa clase de personas que todavía cree que todo tiene un halo de misterio, un por qué, un destino..o era de esa clase de personas.  No, sigo siéndolo, no lo puedo remediar.
Empecé a estudiar derecho, y como todos aquellos que tomamos esa decisión por culpa de películas como Huracán Carter, Pena de muerte o Philadelphia, poco después me di cuenta de que no iba a cambiar el mundo...tuve varias crisis durante la carrera, pero no llegué a ser capaz de encontrar la salida de emergencia.
Uno de los primeros veranos en los que la idea de dejar derecho y decantarme por otra carrera era una opción cada vez más plausible, un amigo de mi padre me invitó a hacer prácticas en su notaría para, como lo decía él; "ver el derecho vivo, en movimiento".
Así que ahí fui, sin mayor pretensión que la de pasar unas cuantas mañanas con aire acondicionado.  
Mi sorpresa fue que ese "movimiento" me gustó mucho. Para que me entendáis tengo que decir que dos de las cosas que más me gustan son cotillear y dar consejos. Me encanta que me vengan con problemas e ir de psicóloga por la vida...
Así que verme ahí, escuchando como diferentes personas se plantaban delante del notario con dudas sobre si desheredar o no al hijo, sobre cómo hacer el testamento, si comprar o no comprar lo uno o lo otro, sobre si conviene o no inscribirse como pareja de hecho y mil cuestiones más, me chifló.
Pensar que la gente vendría a contarme su vida, y que podría darles consejo, y de alguna manera ayudarles a cerrar las cosas lo mejor posible, me dio una razón por la que seguir estudiando la carrera.
Así que yo decidí opositar a notarías porque soy una cotilla redomada, así de simple, o eso creía yo...TO BE CONTINUED.