jueves, 29 de octubre de 2015

La soledad del opositor

Cuantas veces hemos oído hablar de la famosa soledad del opositor, sin embargo, yo no la identifico con las horas que se pasan encerrado solo durante la preparación de una oposición. Creo que esa soledad es más la incomprensión que recibimos por casi todo lo que nos rodea.

Un inventor, un escritor, un investigador, o alguien que trabaja en un despacho, puede pasarse las mismas horas que cualquier opositor encerrado, y sin embargo no siente ese abismo respecto a todo y a muchos en su entorno.

Si no se ha vivido esta experiencia difícilmente puede entenderse a alguien que la esté pasando.
¿Por qué es tan difícil compaginar la oposición con tu vida anterior? Pues a parte de porque tienes que renunciar prácticamente a todos los planes y reuniones, porque además, los que forman parte de tu vida a.o (antes de la oposición) siguen creyendo que eres el que eras, y eso es imposible.

En infinidad de ocasiones tuve que sentirme mal por no poder estar celebrando algo con mis amigos en lugar de estar encerrada,  por no poder irme de viaje cinco días porque yo no tenía esos cinco días o por no poder salir una noche vieja hasta las tantas porque valoraba más estar despierta el día libre que dormida y con dolor de cabeza. Y mi " sentirme mal" no venía de tener que decir que NO a algo, sino de que al final se me tachaba de egoísta por no tener una vida.

Es curioso que a alguien, por luchar por un objetivo y dejarse el alma en ello, se le califique de egoísta y despreocupado. Muchas veces pensé, ¿alguno de los que no entienden que no tenga otra respuesta que un " no puedo", se ha tomado la molestia de ponerse en mi lugar?

  "Cuesta abajo todos los santos ayudan", y que fácil es ser amigo cuando los planes son salir de fiesta, pasarlo bien o pasarse horas analizando un problema. Y lo difícil que es encontrar a alguien que entienda que sólo tienes veinte minutos para cogerle el teléfono, digerir el problema, y ponerte nuevamente a estudiar. Que pocas veces,en lugar de considerarte egoísta por no participar en los planes del grupo, te dan una palmadita en la espalda y un " ánimo, lo estas luchando"

Para mí la soledad del opositor es esa, luchar contra tu flaqueza y contra la estrechez de miras de muchos de los que te rodean.

Luego no es de extrañar que parte de las mejores amistades surjan durante esta etapa, en la que un " te entiendo" tiene más valor que la mejor fiesta del mundo y un " ánimo, si me necesitas silba" vale más que cualquier otro regalo.

lunes, 26 de octubre de 2015

vestida para triunfar

I´m gonna get dressed for sucess...

Esta canción sonaba en mi cabeza mientras disfrutaba de unas horas fuera de mi celda en busca de una americana para " el gran día"

Ese día tuve una pequeña charla conmigo misma y con mi futura chaqueta del examen. Nos miramos muy atentamente a la cara la yo de un lado del espejo,  la que vestía pijamas y tazas de autoayuda, con ojeras, cansada y acojonada por la proximidad del día del juicio final, y la yo del otro lado, la de la americana.

Me senté en el taburete del probador e hice como que me ponía a cantar un tema, gesticulaba como si explicara la compraventa, la filiación o los derechos del cónyuge viudo en el derecho navarro. En cuestión de segundos pasaba de estar excitadísima imaginándome hacer un oral de la leche y dejar al tribunal pasmado y diez segundos más tarde me hacía pequeña dentro de esa americana y quería volver a ponerme mi pijama y olvidar por un momento que los días de estudio van encaminados al día del examen.

-¿Cómo te ves?- preguntaba la dependienta, asomando sus zapatos negros por debajo del probador.

- Bien, no lo sé, estoy dudosa- decía yo, cuando en realidad quería gritar- déjame en paz, coño, que estoy haciendo mi examen imaginario.

Luego llegaba mi madre al probador con cuatro chaquetas más, porque estaba feliz de estar de compras con la hija perdida y hallada por una tarde.

Después de negarme a probarme las demás, porque había tenido un pálpito con la primera, nos marchamos.

- Con esta voy a aprobar, mamá- le decía ceremoniosamente, porque si mi vida hubiera sido una película, en la siguiente escena hubiéramos aparecido yo y mi americana celebrando el aprobado ¡¡¡yuhu!!!! Pero era la vida real, la puta vida real, así que aún quedaban días de encierro y golpes que recibir.

Con la ropa del examen ya en el armario volví a mi rutina, a las vueltas de repaso, los cantes interminables y los simulacros.

Un día una compañera de oposición me dijo que había practicado frente al espejo con el traje puesto, y resonó en mi cabeza como la mejor idea del mundo.

Puesto que todas las mañanas me tocaba cantarme temas de repaso, empecé a colocarme parte del traje, y mi americana y yo nos plantábamos delante del espejo que había en mi habitación a recitar los temas.

Examinaba mis caras, el movimiento de mis cejas, mis manos, y mi americana, la americana con la que iba a aprobar la oposición.

Me paseaba por mi cuarto recitando artículos con el pantalón del pijama y la chaqueta puesta, como si eso le diera al estudio un carácter más serio, más de días previos.

Llegó el día del examen, me coloqué el traje y me miré en el espejo enorme del cuarto de baño del hotel. Reconocí la imagen que ya había visto tantas veces en el espejo de mi cuarto.

Decidí que los nervios se irían si me disimulaba a mí misma que los tenía, así que mientras me lavaba los dientes, murmuré la canción preparatoria del éxito ...I´m gonna get dressed for success, shaping me up for the big time ¡baby! y me movía a ritmo de la canción que sonaba en mi cabeza.

Si mi vida nuevamente fuera una película, de la escena del baile y la canción frente al espejo, hubiéramos pasado a la escena en la que entro nuevamente en la habitación del hotel y lanzo la chaqueta sobre la cama por no haberme llevado al éxito. En esta ocasión sí ocurrió así, me quité el traje como si me quemara, sintiéndome traicionada por esa ropa que me había visto estudiar y recitar temas sin descanso.

Tiempo después volví a plantarme la americana para ir a mi primer juicio. Volvió a resonar en mi cabeza la canción del triunfo "I´m gonna get dressed for success..." y con maletín semi vacío, con una toga que me quedaba enorme y con mi americana, gané por primera vez.



jueves, 22 de octubre de 2015

¿cómo supiste que era tiempo de dejarlo? - ¿Nos tomamos un café?

 ¿Cómo supiste que era tiempo de dejarlo?- preguntó- No hay ni un solo día que no siga dudando si hice bien o mal- añadió.

Tener dudas es normal, y de hecho puede que no se te vayan nunca. Al principio esa duda resonará en tu cabeza día sí y día también, y a medida que vaya pasando el tiempo, serán menos las veces en las que vuelvas a pensar en ello.
Sin embargo, habrá momentos en los que la mente tocapelotas vuelva a darte la vara. ¿Cuándo? los días que estés hasta el moño de tu trabajo, cuando te lleguen noticias de que convocan tu oposición, cuando sepas que el que preparaba contigo ha aprobado... Hay momentos. Aún así, el volver a pensar en ello no significa haberte confundido de decisión. ¿Cuántas veces no discutes con tu pareja y la imagen de tu ex se te cruza en la mente para guiñarte un ojo desde el más allá del subconsciente?

Con ello no digo que haya que tomar la decisión a lo loco, o que no se pueda retomar la oposición tras dejarlo, pero si en tu fuero interno sabes que ha llegado tu momento, y si lo que sentías cuando opositabas era una tristeza o depresión más allá de estar jodido por estudiar todo el día, lo mejor para ser feliz es cambiar de ruta, como decía en otra entrada, reescribir la historia.

En mi caso lo tuve claro, pensaba en volver a cerrar la puerta de mi cuarto conmigo dentro y me entraban escalofríos. Imagino que eso depende de cada uno. Algo que me pesaba mucho era renunciar a hacer cosas. Siempre me había gustado escribir, leer, tejer, construir, viajar, aprender idiomas, estar apuntada a voluntariados...vamos, terminar el día agotada. Durante los años de oposición me pesó mucho meterme en la cama agotada después de no haber hecho nada de lo que me gustaba.

 ¿Que si has hecho bien o mal en dejarlo? No hay una respuesta correcta para eso. La vida continúa e irás encontrando tu sitio. Inevitablemente te preguntarás si tu convocatoria no era la siguiente.

Mi preparador me dijo a mí una frase muy acertada el día que decidí dejarlo. " Si tomas esta decisión, para ser feliz tienes que aprender a pasar página" Y eso es lo que intento todos los días.

Es cierto que de vez en cuando la espinita vuelve a clavarse en el corazón, ¿Por qué no lo conseguí? ¿no me esforcé lo suficiente? ¿por qué tuve tan mala suerte? y en esos momentos en los que mi cabeza tira a hacer daño, decido apartar el pensamiento, o escribir una tontería, o ponerme a hacer algo que antes no podía hacer, por darle en las narices.

No es más correcto dejar la oposición que seguir, y de hecho creo que a la larga no es más feliz uno que otro, porque la vida tiene eso, que sorprende para lo bueno y para lo malo.

Lo que te puedo decir, es que si lo has decidido, empieces a caminar hacia delante, caminar mirando atrás hace que vayamos en diagonal, perdiendo tiempo, perspectiva y dirección.

Empieza a pensar en lo que te gustaba antes, retoma las cosas buenas que hacías y piensa en todas las que puedes hacer con la formación y la experiencia que has cogido a lo largo de la oposición.
No tengas prisa, ahora es tiempo para ti.

No esperes que al día siguiente de dejarlo salga el sol más radiante que ningún otro día y suene banda sonora en tu nueva vida.
Los primeros días tendrás que esforzarte para ir haciendo cosas, quedando con amigos, descansando y planteándote qué hacer. Por mucho que la culpabilidad o la tristeza te aconsejen meterte debajo de las sábanas y no salir, haz todo lo contrario. Lo bueno que tiene haberlo pasado tan mal, es que en el fondo cualquier cosa, aunque sea mínima te sacará una sonrisa y te animará; tomar un café  sin prisas, dar un paseo un miércoles a las 5 de la tarde porque tú lo vales, apagar el despertador y darte la vuelta, perder el tiempo el domingo por la tarde.

Permítete volver a recuperarte y una vez fortalecido se valiente para decidir lo que quieras ser, y por favor, aparta de tu mente las frases que todos nos hemos dicho:
- Pero si yo sólo sirvo para estudiar, ¿Quién me va a contratar?
- En el fondo no sé hacer nada.
- Tengo taitantos y no he avanzado nada
- Ahora las cosas están fatal, no lo voy a conseguir.

Todos tenemos los mismo miedos e inseguridades y todos somos capaces de hacerles frente.






lunes, 19 de octubre de 2015

"Los renglones torcidos de Dios"

Llegar a un sitio nuevo nunca es agradable, estás inseguro, te da vergüenza y no sabes lo que te vas a encontrar.

Llegar a un colegio mayor para opositar es mucho peor, porque estás inseguro, te da vergüenza, no sabes lo que te vas a encontrar y el plan es pasarse ahí dentro las 24 horas del días con la excepción del día libre y de las horas de cante con el preparador.

Ya sabéis como fue la primera comida en el colegio, las instrucciones que me dieron, las preguntas prohibidas, y las miradas clavadas en mi nuca.

Lo que aún no sabéis es lo que se cuece entre las cuatro paredes de un colegio mayor en el que se supone que se preparan parte de los que en el futuro ocuparán puestos de gran relevancia, los futuros jueces, fiscales, abogados del estado, notarios, registradores, inspectores...

A grandes rasgos la gente es medianamente normal, de hecho, en mi caso encontré gente increíble con la que espero seguir en contacto siempre.

Sin embargo, cuando preparaba las cosas en casa y mi madre me hacía meter los mejores pijamas en la maleta y me compraba ropa para estudiar cómoda pero decente, no me podía imaginar que iba a encontrarme con alguien  que desayunaría, comería y cenaría carne cruda con vinagre, o que habría una persona que cada año cumpliría un año menos y que como en las películas en las que alguien ha sido despedido y se pasa el día en el parque vestido de traje y con el maletín esperando el momento de poder llegar a casa, los días de cante le tocaría salir del colegio, darse una vuelta por el centro y volver, porque ¿dónde cantar cuando en realidad no preparas ninguna oposición?

Es curioso como siempre nos imaginamos las cosas muy distintas a lo que son. Cuando pensaba en opositores me imaginaba a gente seria, con gafas (siempre me los imaginaba con gafas), muy reconcentrados, y temía no saber hacer amigos.

Luego te encuentras una mañana escuchando a una chica que no es capaz de callar ni debajo del agua, por el mero hecho de haberle comentado, que qué buena idea tener tomates para las tostadas, y resulta que llevas veinte minutos escuchando hablar de los distintos tipos de tomate, la forma de cortarlos,los colores, los precios...

O un día escuchas en uno de los pasillos una discusión y un "ojalá no apruebes nunca" y notas como tu respiración y la del resto de los colegiales se paraliza, y se hace el silencio, como si quisiéramos que la amenaza no se diera cuenta de que estamos allí y pasara de largo sin rozarnos.

Cuando piensas en un colegio mayor de opositores no crees que terminarás un día a las 2 de la mañana metida vestida en la piscina con otras tres amigas más, solo porque una ha dicho " a que no hay huevos..." y como es lo más espontáneo que piensas hacer en los próximos años piensas..."qué narices"

Cuando pensaba en las horas de estudio que pasaría en mi cuarto, no me imaginé nunca que estar repasando la sustitución fideicomisaría mientras se escuchan gritos de los colegios mayores vecinos "MI ABUELO MATÓ AL TUYO EN LA GUERRA" "TU ABUELO NO TENÍA NI PARA BALAS"... todo muy normal.

Lo bueno de vivir estas situaciones es que le vas quitando hierro a la vida, porque cuando ves como un futuro notario pierde 10 kilos un mes antes de su examen, o como una recién aprobada jueza te dice que ahora le toca aprender cómo se vive una vida normal, te das cuenta de que al fin y al cabo somos personas, con nuestras alegrías y nuestras penas y complejos.



miércoles, 14 de octubre de 2015

Primeros pasos después de dejar la oposición.

Esta es una pregunta que me habéis hecho muchos, así que sí tenéis cinco minutos, ¿ nos tomamos un café?

Por mucho que yo  recomiende que os toméis  tiempo para decidir, y os diga que es tiempo que os debéis, yo no hice mucho caso a estas recomendaciones. Por un lado porque creía que quedarme quieta me haría estar peor, más triste, deprimida, y por el otro me entraron las típicas prisas del que siente que ha perdido muchos años, que no puede seguir dependiendo económicamente de sus padres, que no puede tener taitantos y no haber trabajado nunca. Vamos, me entraron los agobios que probablemente os estén entrando a muchos de vosotros.

Sin embargo, ahora con conocimiento de causa, os digo que si volviera atrás me tomaría una temporadita para mí, para ver qué es lo que quiero y sobre todo para sanarme.

¿Sanarme? -pensaréis.- que exagerada- Pues no es así. Por mucho que os veáis liberados, fuertes, acabáis de pasar por un periodo muy difícil en el que al final hemos terminado con un NO APTO. Nosotros, que probablemente eramos de los más estudiosos de la clase, que estudiábamos lo que hiciera falta para sacar buena nota. Pues sí, nos han pegado un buen tortazo y hay que reponerse del golpe.

Yo suspendí y dejé la oposición un 31 de marzo, en Semana Santa estuve con mi familia y a la vuelta empecé a mover fichas, pocas, lentamente, pero lo suficiente para no sentirme mal. Me senté frente al ordenador e hice el curriculum, me apunté a infojobs, me hice Linkedin y todas esas cosas que descubrí que existían.

Empecé a ir de vez en cuando a ver juicios. Nunca me había visto a mí misma como abogada, pero lo cierto es que esas mañanas en las que me iba cuaderno en mano, emocionada por no estar en mi cuarto, me empezó a picar el gusanillo. Veía un abogado bueno y quería ser como él, veía uno malo y me animaba porque creía que yo podría hacerlo mejor y que la gente se merecía una mejor defensa.

Uno de nuestros principales problemas es la inseguridad del que cree que solo sirve para estudiar, por lo que os animo a ver la realidad, a ir a ver juicios y ver que a veces el juez se confunde y no pasa nada, ver que hay abogados que no saben ni como se llaman sus clientes y ver que hay otros que lo llevan preparado y que ganan la batalla.

La realidad es mucho más liviana de lo que nos contamos nosotros mismos. No recuerdo dónde leí una frase que creo que puede aplicarse al caso "la vida no es lo que nos pasa, sino lo que nos contamos que nos ha pasado" por lo que al final, somos nosotros los que decidimos cómo contarnos nuestra historia.

Centrándome en el punto de qué pasos dí, y dejando de irme por las ramas,  después de una Semana Santa en casa de mis padres en la que por primera vez no tenía que madrugar, ni cantar flojo por no despertar al resto de la familia, estuve unas tres semanas buscando despacho para hacer pasantía. Esas semanas en las que no encontré nada, no os creáis que me quedé en mi casa compadeciéndome de mí misma, eso no hay que hacerlo nunca. Tuve una perra de acogida, por lo que cuando no pasaba las mañanas en el juzgado viendo juicios, las pasaba en el parque lidiando con Pancho, y con Luna (una perra abandonada que dormía debajo de mi cama y que tenía un complejo de abandono que no os podéis imaginar). Al final no hay mejor ayuda para recuperarse que la de sentirse útil, y Luna me ayudó mucho a ello.

Tras las tres semanas de vista pública en vista pública, y los paseos en el parque rodeada de perretes y jubilados, encontré un despacho en el que empezar como pasante.¿La solución a mis problemas? ¿mi salvación? Pues siento deciros que no. Me vino bien para no comerme la cabeza, para tener sensación de estar haciendo algo, pero ni aprendí, ni me llevé buena sensación de la profesión, todo lo contrario.

Lo bueno de las malas experiencias es que nunca te dejan indiferente. Después de 8 meses en un despacho en el que no me sentía a gusto y en el que no aprendí nada, decidí emprender la aventura por mi cuenta. Pensé, ¿qué mejor que autoemplearme?

Así que, 12 meses después de dejar la oposición estaba girando la llave de la puerta de mi despacho, con botella de agua en una mano, cartera al hombro repleta de bolis y hojas en blanco y una sonrisa de oreja a oreja, mitad de miedo y mitad de ilusión.

lunes, 12 de octubre de 2015

ya que hay que estudiar...

Este fin de semana tenía que hacer muchísimas cosas, y después de machacarme todo el sábado con que no estaba haciendo tal y cual, y que había dicho que haría eso pero no lo estaba haciendo, ayer domingo lo hice todo, sin problema, y luego vino el machaque de cómo me había amargado el sábado pensando que no lo estaba haciendo, para terminar haciéndolo todo.

Después de este laberinto de mi cabeza, esta mañana me he acordado de que es algo que hacía mucho en los años que estuve opositando. Me empeñaba en tener que hacer algo porque así lo ponía en mi planning y me quedaba delante del tema, esperando que de tanto estar delante de él terminara entrando en mi sistema, llegaba la noche y me amargaba por no haber estudiado bien y por no haber hecho nada de provecho, pensaba...pues para lo que me ha cundido ya podría haberme ido a dar una vuelta, a tomar un café, podría haber visto esa peli y por lo menos desconectaba un poco.

Con el tiempo fui aprendiendo a sacar el máximo provecho del día a día, no adecuando mi estudio al planning, sino jugando con mi estado de ánimo, concentración y el plan de la semana.
Esto no significa estudiar menos o incumplir los objetivos, para nada, significa saber cuando se está en condiciones de meterse entre pecho y espalda unas buenas servidumbres y cuando no.

Lo que yo hacía principalmente era tener claro lo que me tocaba estudiar a lo largo de la semana, si tenía que rehacer algún tema, repasar otro atrasado y todo ello lo adecuaba a cada momento del día. No es más que conocer cómo funcionamos en las distintas horas del día y jugar con ello, con nosotros y contra nosotros.

Por ejemplo, por las mañanas me costaba horrores pasar del mundo de los sueños a la realidad de mi mesa, por lo que aprovechaba para cantarme los temas que tuviera que cantarme. Cuando estás delante de una hoja es más fácil hacerte el loco, y quedarte veinte minutos con la vista clavada en una frase y la cabeza quién sabe dónde, pero cuando estás cantando temas tienes que estar ahí, en el tema. Al final es como echarte un jarro de agua fría, no apetece, pero despierta.

Una vez cantado lo cantable estaba más activa y con la satisfacción de haberme quitado de encima esa obligación. Continuaba la mañana con lo que me tocara ese día, siempre con una lista de quehaceres sobre la mesa, porque para mí no había nada más satisfactorio que poder tachar lo ya cumplido.

A primera hora de la tarde, en esa franja horaria en la que la cabeza pesa horrores, los párpados solo tienen sistema de bajada pero no de subida, y ni el café ayuda, aprovechaba para ponerme un poco de música y  rehacer algún tema que tuviera que modificar o coger una hoja en blanco y hacer los esquemas de los temas que hubiera estudiado el día anterior o esa mañana.

En lugar de dejar que el sueño me hiciera pasar de las 3;30 a las 4;30 en un abrir y cerrar de ojos literal, aprovechaba para ir activando el cuerpo y la mente con la música, el escribir los esquemas y el intentar recordarlos.

Lo mismo pasaba con el contenido de los temas, por alguna razón hay días en los que entran sin problema y otros que sin saber por qué se te atraviesa un tema en concreto y no hay manera. En ese caso, sin necesidad de machacarme, pasaba al tema siguiente. Muchas veces la cabeza solo necesita ver que se van cumpliendo objetivos para querer cumplir más.

No es cuestión de decir, las servidumbres son un infierno y por eso las dejo a un lado, sino que si después de pasarme una hora delante del mismo artículo o si cada vez que lo intentaba cantar amenazaba tormenta, cogía el tema siguiente y después de ese volvía a las servidumbres. A veces solo necesitaba hablar de abejas, posesiones y tesoros ocultos para poder volver a las servidumbres.

Con ello, lo único que quería contaros es que cada uno de nosotros sabe perfectamente cuando le está cundiendo, cuando está cumpliendo de verdad y cuando se está limitando a dejar pasar las horas hasta que llegue el momento de cerrar el chiringuito.

Os animo a que cada uno encuentre su propia manera de evitar limitarse a cumplir el horario, ya que toca echar horas sentados sí o sí, que cada minuto sea provechoso.

(creo que os acabo de meter un tostón....)


miércoles, 7 de octubre de 2015

la tristeza.

La tristeza es como una pistola cargada y preparada para disparar en cualquier momento. No sabes por qué, no sabes qué lo ha detonado, pero cuando llega ahí la notas, presente, dispuesta a hacerse con todo.

No hay que obviar que existe, no hay que darle carpetazo y meterla debajo de la alfombra. Llámese tristeza, bajón, mal momento, sois muchos los que en los correos que me mandáis os referís a ella.

No soy psicóloga, no soy psiquiatra, no entiendo de tristeza, no sé qué la genera y qué la distrae, no sé lo que hay que hacer y lo que no, solo sé que yo también tengo mis momentos. En la oposición lloré, y lo hice más a menudo de lo que me hubiera gustado. Y estoy segura de que la mayoría de los que estáis al otro lado de esta pantalla y de los que ahora, a toro pasado,  son personas exitosas y triunfadoras, han tenido y siguen teniendo su sesión de "bajón" (que suena más liviano).

La anterior entrada iba de mirar las cosas desde abajo, desde la inseguridad, el error y la inexperiencia, mirando hacia arriba, que es hacia donde vamos, y hoy os hablo de esto. No quiero deprimiros, ni mucho menos, pero son tantas las referencias que me hacéis a vuestro estado de desánimo, tristeza, momentos de bajón, que no he podido evitar dejar que hoy, sin tener pensado qué escribir, estar escribiendo esto.

Ahí está, según Pixar es azul y encantadora, según otros, es la antesala de futuras carcajadas, porque el camino tiene subidas y bajadas. Y esta tarde, a mí, me parece que es un desahogo del cuerpo, de la mente y hasta del alma. Un momento de tomar aire después de la "caña" que nos metemos a diario.

Nos exigimos cumplir nuestras expectativas y las de los demás, nos exigimos no fallar, no dejar que las circunstancias decidan si va a ser un día bueno o malo, nos prohibimos preocuparnos (perder tiempo) por algo que no sea lo que tenemos entre manos. Y al final la olla exprés tiene que soltar el calor por algún lado. De igual manera creo que el cuerpo es sabio, y sabe que si pregunta no le daremos permiso para no cumplir, por eso, creo que de vez en cuando nos implanta el momento de bajón, para poder coger aire.

Por supuesto que hablo de momentos puntuales, de esos días, no de sensaciones que se tienen constantemente, porque eso tiene otro nombre y creo que precisa de otras decisiones.

De lo que hoy os hablo es de lo que me habláis muchos de vosotros. Y desde aquí, desde este lado de la pantalla, solo os digo que cojáis aire, que esos días no hay que hacer mucho caso a lo que se piensa y a lo que se dice, porque como os decía, creo que la mente se está tomando un respiro y que el que habla en esos momentos, no somos realmente cada uno de nosotros.

Sea azul, antesala de la carcajada o un respiro, es puntual, pasajera y VENCIBLE.