Esta es una pregunta que me habéis hecho muchos, así que sí tenéis cinco minutos, ¿ nos tomamos un café?
Por mucho que yo recomiende que os toméis tiempo para decidir, y os diga que es tiempo que os debéis, yo no hice mucho caso a estas recomendaciones. Por un lado porque creía que quedarme quieta me haría estar peor, más triste, deprimida, y por el otro me entraron las típicas prisas del que siente que ha perdido muchos años, que no puede seguir dependiendo económicamente de sus padres, que no puede tener taitantos y no haber trabajado nunca. Vamos, me entraron los agobios que probablemente os estén entrando a muchos de vosotros.
Sin embargo, ahora con conocimiento de causa, os digo que si volviera atrás me tomaría una temporadita para mí, para ver qué es lo que quiero y sobre todo para sanarme.
¿Sanarme? -pensaréis.- que exagerada- Pues no es así. Por mucho que os veáis liberados, fuertes, acabáis de pasar por un periodo muy difícil en el que al final hemos terminado con un NO APTO. Nosotros, que probablemente eramos de los más estudiosos de la clase, que estudiábamos lo que hiciera falta para sacar buena nota. Pues sí, nos han pegado un buen tortazo y hay que reponerse del golpe.
Yo suspendí y dejé la oposición un 31 de marzo, en Semana Santa estuve con mi familia y a la vuelta empecé a mover fichas, pocas, lentamente, pero lo suficiente para no sentirme mal. Me senté frente al ordenador e hice el curriculum, me apunté a infojobs, me hice Linkedin y todas esas cosas que descubrí que existían.
Empecé a ir de vez en cuando a ver juicios. Nunca me había visto a mí misma como abogada, pero lo cierto es que esas mañanas en las que me iba cuaderno en mano, emocionada por no estar en mi cuarto, me empezó a picar el gusanillo. Veía un abogado bueno y quería ser como él, veía uno malo y me animaba porque creía que yo podría hacerlo mejor y que la gente se merecía una mejor defensa.
Uno de nuestros principales problemas es la inseguridad del que cree que solo sirve para estudiar, por lo que os animo a ver la realidad, a ir a ver juicios y ver que a veces el juez se confunde y no pasa nada, ver que hay abogados que no saben ni como se llaman sus clientes y ver que hay otros que lo llevan preparado y que ganan la batalla.
La realidad es mucho más liviana de lo que nos contamos nosotros mismos. No recuerdo dónde leí una frase que creo que puede aplicarse al caso "la vida no es lo que nos pasa, sino lo que nos contamos que nos ha pasado" por lo que al final, somos nosotros los que decidimos cómo contarnos nuestra historia.
Centrándome en el punto de qué pasos dí, y dejando de irme por las ramas, después de una Semana Santa en casa de mis padres en la que por primera vez no tenía que madrugar, ni cantar flojo por no despertar al resto de la familia, estuve unas tres semanas buscando despacho para hacer pasantía. Esas semanas en las que no encontré nada, no os creáis que me quedé en mi casa compadeciéndome de mí misma, eso no hay que hacerlo nunca. Tuve una perra de acogida, por lo que cuando no pasaba las mañanas en el juzgado viendo juicios, las pasaba en el parque lidiando con Pancho, y con Luna (una perra abandonada que dormía debajo de mi cama y que tenía un complejo de abandono que no os podéis imaginar). Al final no hay mejor ayuda para recuperarse que la de sentirse útil, y Luna me ayudó mucho a ello.
Tras las tres semanas de vista pública en vista pública, y los paseos en el parque rodeada de perretes y jubilados, encontré un despacho en el que empezar como pasante.¿La solución a mis problemas? ¿mi salvación? Pues siento deciros que no. Me vino bien para no comerme la cabeza, para tener sensación de estar haciendo algo, pero ni aprendí, ni me llevé buena sensación de la profesión, todo lo contrario.
Lo bueno de las malas experiencias es que nunca te dejan indiferente. Después de 8 meses en un despacho en el que no me sentía a gusto y en el que no aprendí nada, decidí emprender la aventura por mi cuenta. Pensé, ¿qué mejor que autoemplearme?
Así que, 12 meses después de dejar la oposición estaba girando la llave de la puerta de mi despacho, con botella de agua en una mano, cartera al hombro repleta de bolis y hojas en blanco y una sonrisa de oreja a oreja, mitad de miedo y mitad de ilusión.
Hola!!! Muchas gracias por tus entradas! :) La verdad es que creo que compadecernos es lo peor que podemos hacer (aunque a veces nos resulte inevitable), así que tu actitud me parece que fue la mejor :)
ResponderEliminarRespecto a la iniciativa de abrirte camino por tu cuenta me parece una decisión muy valiente y que da un pelín de miedo, pero si el otro bufete ya no te aportaba nada seguir allí habría sido una perdida de tiempo.
Espero que en tu despacho te esté yendo bien, porque realmente lo mereces!! :D
Por último te quería pedir si nos podías contar un poquito más de tu etapa en el colegio mayor para opositores: si lo recomendarías, si para ti fue una buena experiencia,...
Muchísimas gracias por tu blog y un saludo!
Muchas gracias! sí, la verdad es que estoy muy contenta en el despacho. Por supuesto que los principios son difíciles, pero luego creo que es lo que se recuerda con más cariño, así que procuro estar atenta de cada cosa que pienso, que siento, los nervios, los clientes... porque con los años imagino que terminaré haciendo muchas cosas de manera automática.
EliminarTomo nota de la entrada sobre el colegio mayor. Tengo en la recámara una entrada un poco cómica, pero no te preocupes que haré otra dando mi opinión sobre el tema.
Gracias por tu comentario!
ERES TODA UNA VALIENTE!! te admiro!!
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