miércoles, 23 de marzo de 2016

El amor y la oposición

El amor en cualquier momento de la vida tiene lo suyo, es complicado, sencillo, correspondido, unilateral, cercano, a distancia, es tranquilo o apasionante...y así podríamos pasarnos todo el día, porque al fin y al cabo el amor es distinto dependiendo de mil factores.

Pero... ¿Y si uno de los factores es la oposición? Pues ya es el acabose.
Para mí, según el momento de la oposición en el que aparezca, es una u otra experiencia.

La pareja que se trae ya puesta, esa persona que conocíamos antes de empezar a opositar, que nos conoció cuando eramos "seres normales", con nuestros horarios, experiencias y nuestro día a día, es un REMEMBER continuo. Un volver al Penta y escuchar la chica de ayer, cantar a pleno pulmón una de los hombres G, sabiendo que en breve volverán a poner cualquier otra canción que no sabemos ni tararear.
Durante los años de oposición no fueron pocas las veces que me preguntaba, ¿Qué es lo que hacía que mi novio siguiera allí? Me veía como una sombra de lo que había sido, una persona a una silla pegada, ¿De verdad se puede estar enamorado de un moño con gafas que llora de vez en cuando y que cuando se queda mirando al infinito o está recitando un tema o calculando las horas de estudio del día siguiente?
Él siempre me decía que sabía que detrás de todo eso estaba yo, que cuando acabara la oposición sabía que al final terminaría volviendo. ¿Volviendo? pensaba... y me preguntaba a dónde narices me habría marchado.

Conocer a alguien en plena vorágine de una oposición, para mí, es como cuando alguien se fija en ti después de una clase de spinning. Olvidaros de la típica imagen del que va al gimnasio de postureo, me refiero a ir con pintas y terminar una clase sudando, con la cara como un tomate y despeinado. El que alguien en ese preciso momento se cruce con esa visión y piense... me encanta. Pues para mí, enamorarse de alguien que oposita o que se enamoren de uno mientras se prepara una oposición es un acto de fe, un mirar más allá del sudor y las lágrimas y ver que hay alguien, que cuando tenga tiempo, será la leche.

Tenía un amigo que me decía, que no era de extrañar que aguantara con mi novio tantos años si sólo nos veíamos el día libre, y yo pensaba...ay, ingenuo... no sabes las conversaciones telefónicas tan surrealistas que ha tenido que aguantar a diario.

- ¿Qué tal el día? 
- (silencio teatrero) pues bien, qué te voy a decir, como todos, ¿Y tú?
- Bien, mucho curro pero muy bien. Oye, ya que se acerca Semana Santa, ¿Te apetece hacer algo?
- (5 segundos de silencio) pues claro que me apetece, ¿pero puedo? no puedo, y ya te dije que no podía, que me daban solo dos días de descanso.
- Bueno, pero esos dos días...
- Esos dos días son una mierda, dos días de mierda, dos días que cuando me he dado cuenta ha pasado el primero y mientras pienso que me da pereza volver a estudiar, ya ha pasado el segundo.
- Bueno, pero ya no te queda nada, ya verás como en unos meses te compensa todo.
- Igual en unos meses me he pegado un tiro
y así sucesivamente, más o menos, tres o cuatro veces al mes.

Como ya dije en otra entrada, si se tienen dudas de si una relación va aguantar los vaivenes de la vida, no hay nada mejor que ponerse a opositar y ver si sobrevive a esa etapa. Si no lo hace, porque no son pocas las relaciones que se tuercen durante esos años, es que no era la persona que tenía que ser.

Viva el amor y las pruebas surrealistas a las que le exponemos.






jueves, 10 de marzo de 2016

Taras, lapsus, no lo pude evitar, yo confieso que...

Me ha hecho mucha gracia uno de los últimos comentarios que propone hacer una sección de taras o enajenaciones varias, así que dejando pendiente hacer otra entrada de días malos, o de bajón, que también habéis pedido, se me ocurre, siguiendo la línea del comentario un YO NUNCA HE...

Esta sí que va a ser una entrada conjunta, o eso espero, porque después de decir mi secreto inconfesable espero que no me dejéis sola y que os vayáis confesando.

Ahí va el mío...

Yo nunca me he leído durante la oposición toda la colección de libros de Crepúsculo y para más inri, yo nunca he ido al vips a comprarme la película fingiendo que era para mi sobrino pequeño que no existe, y por tanto, pidiendo por favor que me la pusieran para regalo.

Sí, la cabeza no me daba para leer nada más elevado después de tantas horas de estudio.

Espero vuestros yo nunca he... confesad taras, enajenaciones o lo que más os avergüence que hayáis hecho durante la oposición.

miércoles, 9 de marzo de 2016

No quiero opositar.

He recibido varios correos de personas que me comentan que no quieren opositar, pero que, o les presionan en casa para hacerlo o es que lo de trabajar sólo por las mañanas les apetece mucho. 

He decidido escribir esta entrada dedicada a todos aquellos que están pensando opositar sólo por obligación o para "trabajar poco" porque creo, e insisto que todas mis entradas son desde mi punto de vista, y totalmente subjetivo, que no se puede opositar por ninguna de esas dos razones, porque de lo contrario, la sensación de querer cortarse las venas puede ser mucho más intensa, si cabe, que la de los demás opositores.

Normalmente los momentos de desesperación o de bajón absoluto se luchan pensando que estás alcanzando un sueño, que tienes muy claro la razón por la que te levantas todos los días antes de que sea saludable, pero si esa razón no existe, creo que esto es insoportable.

Como te metas en algo así por presión familiar u obligación, vas a terminar encerrado en tu cuarto haciendo como que estudias mientras ideas planes de fuga por la ventana, o vas generando odio hacia el que te dijo; "ponte a opositar, es una manera sencilla de tener trabajo".

Los planes que uno lleva a cabo tienen que venir de uno mismo, porque esa es la única manera de que te impliques hasta el punto de tomarte el camino como una verdadera batalla. Yo imagino haber decidido opositar a notarías por obligación y de verdad que no hubiera pasado de los dos primeros meses.

La mayoría de las crisis que tiene un opositor se lidian con uno mismo, teniendo una pequeña conversación con tu fuero interno, y tras un periodo de bloqueo en el que has estado debatiendo los pros y los contras con la pequeña vocecilla de tu cabeza, colocas el respaldo de la silla en posición vertical, compruebas que el atril está colocado correctamente y continúas con el viaje. Imaginarme tener una de esas crisis con el único contra-argumento de que a mi familia les haría mucha ilusión que fuera tal o cual...no tiene sentido.

Creo que muchos de los compañeros que participan en el blog os lo podrán decir, o tienes muy claro el objetivo o es prácticamente imposible resistirlo, porque la actitud, las ganas, y la meta son fundamentales en algo así.

Si tenéis dudas sobre si valéis para ello o no, probadlo, si tenéis claro que no queréis hacerlo, no os engañéis a vosotros mismos ni pretendáis tener la vida que alguien quiere que tengáis.






viernes, 4 de marzo de 2016

la oposición y la operación no bikini.

No sé vosotros, pero para mí la oposición es el tobogán de los kilos, subes y bajas, sin darte cuenta, ¿Cómo te vas a dar cuenta, si con el pijama o los leggins no te aprieta nada? maravilloso mundo sin botones ni cremalleras. 

Inevitablemente, durante estos años es complicadísimo, por no decir, imposible, y además muy masoca empezar dietas, quitarse las galletas que te levantan un poco el ánimo a mitad de la tarde, las bolsas de golosinas que algún alma caritativa te deja sobre la mesa de estudio, o el chocolate que se hace NECESARIO ciertos días, por no decir todos.

Es cierto que hay temporadas en las que los nervios pasan factura, se te cierra el estómago y vas desapareciendo en la silla, delante del atril. Pero no todos tenemos esa suerte, o si la tenemos es temporal, y se pasa el chollo.

Para mí los días de cante eran como el día de pesarse.Toca dejar a un lado la ropa de faena para salir a la calle, enfundarse unos vaqueros estrechos, una americana y unos tacones, o así es como me visualizaba a mí misma antes de empezar a arreglarme esas mañanas, yo que jamás me pongo tacones, pero bueno, fantasear es gratis.

La realidad terminaba siendo la de una loca saliendo de la ducha con la toalla enrollada en la cabeza, mientras va sacando toda la ropa del armario, porque nada le gusta, porque esto me aprieta, y este vestido me marca todo, y¿en qué momento decidí comprarme esto?, ¿cabía yo en estos vaqueros?, ¿en serio que me va a tocar tirar mis Levis favoritos? y así es como llegaba la hora de ir a cantar, y terminaba tirando de jersey suelto y cómodo, o de vestido vaporoso, por llamar glamurosamente a los vestidos que no marcan nada.

Desde mi humilde opinión, no hay que amargarse, y lo dice alguien que se suele pillar unos cabreos importantes cuando descubre una nueva lorcilla a su vera, pero ¿de verdad concebís pasaros todo el día chapando sin poder cogeros un paquete de galletas y hundir vuestras penas en ellos? ¿Os imagináis toda la pila de temas que toca una semana sin poder meteros entre pecho y espalda chocolate para el body?

Oye, que se cogen unos kilos, pues te pasas al mundo de los jerseys anchos, que gracias a Dios están de moda, o apartas las prendas que te torturan, y te las reservas cuando en el futuro seas un juez figurín, una registradora modelo, un notario de pasarela o una profesora escultural, pero de momento...VIVA EL CHOCOLATE y las lorzas que te recuerdan que no estás sólo.






miércoles, 2 de marzo de 2016

Los antojos, las obsesiones.

Hace pocos días fui a Ikea a dar una vuelta, bueno, a dar una vuelta nunca se va a Ikea, volví con varias velas y un par de cestas, como no, y me acordé de las obsesiones que me dieron durante la oposición.

La verdad es que llegaban sin ton ni son, sin avisar, de repente una semana, en ocasiones duraba mucho más, me obsesionaba con algo y no podía dejar de darle vueltas y de necesitarlo.

Una de esas grandes obsesiones fueron las velas de ikea, sí, esas enormes y blancas que huelen a vainilla. Durante meses mi habitación fue una nube flotante, entrabas en ella, y la vainilla te daba una buena torta, como diciendo, " espabila, coño".
Al cabo de unos meses acabé odiando ese olor, y tuve que deshacerme de las velas.

En cierta manera, para mí ser opositora fue como estar embarazada y tener antojos, inexplicables, obsesivos y necesarios. Nunca he estado embarazada, y no sé si lo de los antojos es tanto como lo pintan, pero vamos, que yo los tuve.

Otro de tantos, me dio con los flanes, sí, y mira que nunca me han gustado, de hecho no me suelen gustar las cosas blandas, en plan gelatina o mousse, pero por alguna extraña razón, una tarde que estaba en la biblioteca de mi residencia, empecé a pensar en flanes. Y la obsesión fue tal, que tuve que acercarme en el descanso al supermercado más cercano y comprarlos. Me fui a la habitación a comerme uno, me preguntaba a mí misma si de verdad lo quería, me resultaba extraño, pero efectivamente, cuando tomé la primera cucharada, sentí alivio. Imagino que como el que sienten los fumadores cuando dan su primera calada tras varias horas sin fumar. Ese antojo duró lo que el pack de 4 flanes, creo que nunca más me ha vuelto a apetecer tomarlos.

Y como no, no puedo olvidarme de mis maravillosos amigos los calcetines de colores. Creo que eso respondía a la necesidad de renovar mi armario, y como mi armario estaba principalmente formado por pijamas, ropa cómoda, y más pijamas, me pareció que lo más práctico era darle color a mis pies.

Dentro de lo que cabe era una forma barata de no sentirme fuera del consumismo propio de la gente que me rodeaba. Así que cuando me daba la volada me iba a Calzedonia y arrasaba con la zona de calcetines de colores. Pasaba de largo la zona de ropa sexy, como si eso viniera de otro planeta, y me centraba en los lunares, las rayas, y los calcetines gordos que hacen a la vez de zapatillas de andar por casa, y así de contenta me volvía, como si hubiera encontrado el calzado adecuado para continuar el viaje.