El amor en cualquier momento de la vida tiene lo suyo, es complicado, sencillo, correspondido, unilateral, cercano, a distancia, es tranquilo o apasionante...y así podríamos pasarnos todo el día, porque al fin y al cabo el amor es distinto dependiendo de mil factores.
Pero... ¿Y si uno de los factores es la oposición? Pues ya es el acabose.
Para mí, según el momento de la oposición en el que aparezca, es una u otra experiencia.
La pareja que se trae ya puesta, esa persona que conocíamos antes de empezar a opositar, que nos conoció cuando eramos "seres normales", con nuestros horarios, experiencias y nuestro día a día, es un REMEMBER continuo. Un volver al Penta y escuchar la chica de ayer, cantar a pleno pulmón una de los hombres G, sabiendo que en breve volverán a poner cualquier otra canción que no sabemos ni tararear.
Durante los años de oposición no fueron pocas las veces que me preguntaba, ¿Qué es lo que hacía que mi novio siguiera allí? Me veía como una sombra de lo que había sido, una persona a una silla pegada, ¿De verdad se puede estar enamorado de un moño con gafas que llora de vez en cuando y que cuando se queda mirando al infinito o está recitando un tema o calculando las horas de estudio del día siguiente?
Él siempre me decía que sabía que detrás de todo eso estaba yo, que cuando acabara la oposición sabía que al final terminaría volviendo. ¿Volviendo? pensaba... y me preguntaba a dónde narices me habría marchado.
Conocer a alguien en plena vorágine de una oposición, para mí, es como cuando alguien se fija en ti después de una clase de spinning. Olvidaros de la típica imagen del que va al gimnasio de postureo, me refiero a ir con pintas y terminar una clase sudando, con la cara como un tomate y despeinado. El que alguien en ese preciso momento se cruce con esa visión y piense... me encanta. Pues para mí, enamorarse de alguien que oposita o que se enamoren de uno mientras se prepara una oposición es un acto de fe, un mirar más allá del sudor y las lágrimas y ver que hay alguien, que cuando tenga tiempo, será la leche.
Tenía un amigo que me decía, que no era de extrañar que aguantara con mi novio tantos años si sólo nos veíamos el día libre, y yo pensaba...ay, ingenuo... no sabes las conversaciones telefónicas tan surrealistas que ha tenido que aguantar a diario.
- ¿Qué tal el día?
- (silencio teatrero) pues bien, qué te voy a decir, como todos, ¿Y tú?
- Bien, mucho curro pero muy bien. Oye, ya que se acerca Semana Santa, ¿Te apetece hacer algo?
- (5 segundos de silencio) pues claro que me apetece, ¿pero puedo? no puedo, y ya te dije que no podía, que me daban solo dos días de descanso.
- Bueno, pero esos dos días...
- Esos dos días son una mierda, dos días de mierda, dos días que cuando me he dado cuenta ha pasado el primero y mientras pienso que me da pereza volver a estudiar, ya ha pasado el segundo.
- Bueno, pero ya no te queda nada, ya verás como en unos meses te compensa todo.
- Igual en unos meses me he pegado un tiro
y así sucesivamente, más o menos, tres o cuatro veces al mes.
Como ya dije en otra entrada, si se tienen dudas de si una relación va aguantar los vaivenes de la vida, no hay nada mejor que ponerse a opositar y ver si sobrevive a esa etapa. Si no lo hace, porque no son pocas las relaciones que se tuercen durante esos años, es que no era la persona que tenía que ser.
Viva el amor y las pruebas surrealistas a las que le exponemos.